La capilla de San Roc

HISTORIA RECIENTE




La capilla de San Roc

    Nuestro pueblo se va transformando al tiempo que lo hacen sus gentes. Hasta hace 50 años era muy frecuente que los vecinos de las principales calles celebrasen fiestas y actos de devoción a los santos que se custodiaban en capillas ubicadas en alguna fachada de la rúa,[1] como bien expuso Daniel Bondía Gil en su publicación del año 1998. 

    De entre todas, la dedicada a San Roque en la calle Baja entre los números 29 y 31,[2] debió de ser la de mayor belleza. No se trataba de una pequeña capilla que se limitaba a albergar la imagen del santo, sino que disponía de una estancia interior completa para practicar el culto. La capilla asomaba a la calle a través de un refinado arco lobulado sobre un elegante balcón que, aunque no se tengan más datos de la fachada reflejan un estilo historicista de finales del s. XIX.


Capilla de San Roc, 16 de agosto de 1949
(Imagen mejorada y coloreada con Inteligencia Artificial)
Adviértase que la parte central de la reja está abierta para poder acceder desde la calle




    No era de extrañar la distinción de aquella arquitectura ya que, por aquel entonces, el edificio pertenecía a la acomodada familia de Joaquín Albesa Casado y Mercedes Membrado.

    De aquel matrimonio nació únicamente Leopoldo Albesa Membrado,[3] el cual se trasladó a Zaragoza a cursar sus estudios de derecho pero que cambiaría por su vocación de artista para dedicarse a la pintura.
En la capital aragonesa también conocería a Jesusa Bellido, la cual se convertiría en su esposa, suponiendo todo ello la paulatina venta de las propiedades familiares y el gradual alejamiento de su pueblo, hasta que finalmente estableció su residencia en la localidad de Cascante (Navarra), de donde era originaria su mujer.

    A principios del s. XX, el edificio que albergaba la capilla pasó a la familia Ramiro Pinós y Carmen Gimeno, los cuales tuvieron un único hijo Florencio, que moriría soltero y sin descendencia y que sería la última persona en habitar esa vivienda.




    La fiesta de San Roc se celebraba cada 16 de agosto reuniendo a los vecinos de la calle para festejar el día de su santo. El acceso a la capilla se efectuaba por el interior de la vivienda, hasta que la familia propietaria decidió lo contrario y se adaptó la reja del balcón fabricada por Pablo Boada,[4] de modo que se pudiese abrir en su parte central y acceder a la capilla con una escalera de mano, directamente desde la calle. 

    En los años 60-70 el balcón fue derruido y el vano de la fachada se tapió, permaneciendo oculta durante años hasta que los recientes trabajos de desescombro de las ruinas de la casa para abrir la nueva calle, dejaron entrever los restos de lo que fue uno de los balcones más elegantes de Maella.



Vista interior de capilla en abril de 2023
Foto: Pedro Blay Artero



Puerta de la capilla procedente del derribo


Superposición del modelo sobre la fotografía existente



    Parece evidente la importancia de los avances cuando, por ejemplo, a través de una única fotografía y un par de medidas, se han podido recrear los elementos arquitectónicos de ese balcón e incluso conocer hasta la hora en la que se tomó la instantánea que aparece más arriba por la posición de las sombras (aprox. las 11:00 del día señalado). Es importante tener claro que la modernidad es necesaria y es imposible permanecer indiferente a la evolución con la que camina la sociedad. Pero también es crucial tener claro que vivimos en un pueblo y que dentro de 100 años continuará siendo eso, una población en el medio rural y que si no se mantienen y se respeta esas cosas que le otorgan su esencia, corremos el peligro de quedarnos a medio de camino de algo que nunca se va a alcanzar.

Recreación de la capilla de San Roc en torno a los años 60



Jesus Godina Llop 
CEM Agosto 2023

Agradecimientos a:

Amparo Blay

Miguel Angel Casado

Daniel Bondía Gil



[1] Calle de un pueblo. RAE

[2] Finalmente, el espacio que se habilitó para el culto quedó en el nº 31


[3] Leopoldo Albesa Membrado (Maella 1874 – Cascante, Navarra 1943) El Ayunto. de Maella poseía una obra suya que se perdió en la Guerra Civil. No obstante, he podido comprobar que en algunas casas consistoriales de la comarca del Matarraña todavía se conservan alguna de sus obras.

[4] Amparo Blay recuerda el nombre del fabricante del balcón de forja ya que, de niña, su hermana Pilar solía preguntar a su padre si esas iniciales que había en una placa correspondían a las suyas “Pilar Blay”.






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