Gaiteros Maellanos
Instrumentos tradicionales
Daniel Bondia Gil
Lorenzo Puyó Ariño "Tío Severo" (1849-1934) y Francisco Puyó "Tío Severo-hijo"
Francisco era
contratado en Valdeltormo muy a menudo. Nos relata su nieta Isabel que se
desplazaba en burro llevando a su hija Julia de corta edad en una de las
bolsas de las aguaderas o "cornaló".
Lorenzo Puyó era agricultor de
profesión y también fue pastor de casa "Nicolau", sin embargo, buena parte de
sus ingresos los obtenía de su actividad como gaitero, hasta el punto que su
mujer tenía la consigna, si lo requerían para alguna fiesta, de ir a buscarlo
a la finca donde trabajase, aunque fuera en la recolección de las olivas. Con
los ingresos adicionales de gaitero pudo sacar adelante a sus cuatro hijos y
en cierta ocasión pudo adquirir con sus ahorros una buena finca que le costo
"trescientos duros".
Él mismo construía sus instrumentos como era propio
en los dulzaineros de la época.
Utilizaba
para ello madera de distintos frutales, aunque preferentemente de noguera. Aún
recuerda su nieta como calentaba al fuego las tenazas para practicar los
orificios a la pieza de madera, previamente vaciada, que habría de ser su
nuevo instrumento. En alguna ocasión vendió alguno, como el que adquirió un
vecino aficionado, Pedro Vallespí, por el precio de quince pesetas.
Sus otros dos hijos varones, Pablo y Mariano, eran capaces de acompañarlo con
el tamboril, pero sólo el mencionado. Francisco lo hacía con verdadera
afición. Se cuenta que en cierta ocasión su hijo Pablo tuvo que salir con él
de tamborilero; las exigencias del padre eran tales que le pedía un ritmo tan
perfecto que su hijo era incapaz de seguirle, así que en uno de los fallos
cometidos le propinó a su hijo una sonora bofetada. El percusionista, todavía
un chiquillo, huyó enrabiado tirando el instrumento por los suelos y
permaneciendo desaparecido varios días. Quizá de su fuerte carácter le vino el
apodo.
Son varios los pueblos de la comarca que recuerdan "al Tío
Severo''. Mariano Ros, "L'oncle Pastoret" (t 1994) de Fabara, también músico,
me relataba las actuaciones del gaitero maellano en su pueblo, y recordaba
especialmente una en la que éste no podía disimular la tristeza producida por
la muerte reciente de su hijo, anunciándole su pronta retirada.
El Tío Blanco, también maellano, ejerció de tamborilero circunstancialmente
acompañando al Tío Severo. Debía entender de percusión pero no conocía la vida
ambulante de los músicos. Cuentan que en el primer pueblo que estuvo, a la
hora de comer, -los músicos iban a gastos pagados- se puso "morado" del primer
plato que le sacaron así que no pudo con el resto de comida que le ofrecieron.
En otro pueblo les sacaron abundante pan y platos de olivas que no quiso
probar con la excusa de que no le gustaban. No hubo más platos. Murió a los
ochenta y cinco años y fue enterrado en Maella, envuelto su féretro con la
bandera republicana y llevándose a su tumba el instrumento que tanta fama le
dio por los pueblos vecinos de Aragón y Cataluña: Mazaleón, Fabara, Batea,
Valdeltormo, Torrecilla,... No hemos conseguido testimonios de un repertorio
específico, pero es fácil adivinar que tocaría todas las piezas de la época:
valses, mazurcas, habaneras, jotas, toques de procesión,... Su nieta recuerda
especialmente "La Jota de la Dolores", "El vals Rosita" "La jota de los toros",... Mariano Ros tocaba con su flauta "El Polinario", tal como lo hacía el
Tío Severo de Maella,...
Otros gaiteros maellanos
Lorenzo Gamundí Frígola "Tío Gamundí'' (1868-1956)
Agricultor y pastor, su afición por la música le llevó a construir instrumentos, como flautas de caña que luego vendía en las ferias de los pueblos. También flautas con huesos de alas de ave como una que conservan sus herederos, hecha con uno de buitre. No llegó a ejercer como gaitero profesional, ocasionalmente lo hacía en fiestas del pueblo, procesiones, etc..., incluso tocó alguna vez en el vecino pueblo de Mazaleón. Su dulzaina, al no tener descendencia, la regaló a un rabadán del pueblo, Marcelino Monreal, quien la ha conservado hasta la actualidad. Su tambor, hasta hace poco, servía para animar la fiesta callejera de San Antón, en la calle Mayor, hasta que deteriorado por el tiempo y el uso, fue pasto de las llamas.
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